Juicio Político

Cuando pienso, opino y decido respecto de la política, considero…

En un país tan polarizado como el nuestro, no puedo dejar de pensar que entre los mexicanos en general aún prevalece ese ánimo de nobleza que caracteriza a toda persona de bien, y que nos ha sido trasmitido generación tras generación. Sus excepciones las hay, por supuesto, y desafortunadamente en su mayoría son las que originan los graves enconos desde determinadas cúpulas.
Que he sido y me he sentido discriminado por mis ideas y preferencias político-electorales, efectivamente así ha sido, y lamentablemente ha ocurrido en círculos o con personas con las que se supone debería haber una marcada empatía, respeto y tolerancia, dada la naturaleza de la relación que nos une.
Hace unas semanas, alguien a quien le tengo estimación, me cuestionaba en las redes sociales la solidez de mi fe en Dios en virtud de una colaboración en la que daba mi punto de vista respecto de las pasadas elecciones presidenciales en Venezuela. Dicha persona prácticamente referenciaba a Nicolas Maduro como si fuera un demonio, y desde su punto de vista —por cierto, muy respetable— es que me formulaba su cuestionamiento.
Pues es precisamente desde mi fe en Dios, como católico, que he pretendido en mi actuar con los demás —y particularmente tratándose de política, que es el tema que nos ocupa—, anteponer lo poco o mucho que conozco de la Biblia y de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, privilegiando el ejemplo que nos dejó Jesucristo (considerando también algunas expresiones y ejemplos positivos fuera del ámbito religioso). Estoy consciente de que en ese propósito he errado demasiado y seguramente lo seguiré haciendo, pues soy un imperfecto humano, pero definitivamente no me considero un “monstruo” como para que se pretenda descalificar y demonizar a priori mi manera de pensar. ¿Quién es dueño de la verdad en este mundo tan mundano?

He compartido mi punto de vista respecto del aborto, con lo cual no estoy de acuerdo en consideración con dicha fe que profeso, además de que después de haber tenido la oportunidad de ser padre y abuelo, no puedo concebir el que intencionadamente se evite que nazca un nuevo ser, un inocente que ya tiene una incipiente vida e historia, y que potencialmente pudiera proporcionar mucha felicidad a su familia consanguínea o adoptiva. Definitivamente “no soy quien para juzgar” —frase muy trillada, pero igualmente muy cierta—.
Asimismo, he expresado diversos aspectos en los que no concuerdo con la llamada diversidad sexual y de género, pero de la misma manera he hecho énfasis en condenar la discriminación de que sigue siendo objeto. Puedo afirmar que, de determinados vacíos legales que afortunadamente ya van resarciéndose, desde hace décadas he venido manifestando abiertamente mi empatía y exigencia para que sean subsanados, lo que he realizado ya sea a través de mis opiniones en medios de comunicación y/o en mi desempeño en el servicio público.

Por otra parte, no dejo de ser curioso, analítico y reflexivo respecto de nuestro pasado, presente y futuro como sociedad. Para ello no es necesario sumirse en la profundidad de teorías políticas y hacer planteamientos con expresiones rimbombantes y rebuscadas. Cualquier persona puede percatarse de lo que adolecemos, máxime si en el día a día tiene que enfrentarse a múltiples y complicados obstáculos para satisfacer sus necesidades más básicas.
Para este último aspecto, la persona del Papa Francisco igualmente ha influido en mi pensar, opinar y decidir no sólo en política, sino en todos los ámbitos de mi vida. Él ha mostrado una notable proclividad hacia los pobres, a quienes en reiteradas ocasiones ha mencionado que ellos se encuentran en el centro del Evangelio.
Entonces, es así que me resulta inevitable observar y percatarme de que por décadas en nuestro país los pobres no habían sido el centro de la política y de la toma de decisiones en los gobiernos, sino hasta la llegada de la Cuarta Transformación encabezada por Andrés Manuel López Obrador, quien lo que ha ido logrando es hacer justicia social. De ahí mi convencimiento para apoyar y votar por Claudia Sheinbaum (como lo hice con AMLO), de quien tengo la expectativa que dará continuidad a la citada 4T para que el pueblo y los mexicanos en general, sigamos gozando de cosas buenas.
Hay quienes señalan reiteradamente, desde el principio de la administración de AMLO, que los programas sociales por él implementados no tienen el respaldo económico y que ocasionarán una grave crisis para el país. No lo creo, y si así llegara a suceder, pues qué mejor que México sufra crisis económicas por retribuirles a los pobres parte de la deuda histórica que se tiene con ellos, y no que sea porque políticos y grandes monopolios corruptos se han llenado los bolsillos de dinero.
Ahora, cuando pienso, opino y decido sobre mis simpatías políticas y electorales, no lo hago deseando que nuestra nación pierda lo que ha logrado en materia de democracia. No lo hago esperando que se implante una dictadura y que lleguemos a extremos de pobreza y de violación a los derechos humanos como se dice sucede en otros países. Ya han pasado casi seis años del actual régimen y no hay señales de que eso sucedió o sucederá. No lo hago así, no soy tan vil o al menos vil, como para ocuparme en ello. Pero en ese afán reflexivo, tampoco puedo borrar de mi memoria lo que los mexicanos vivimos antes del 2018. Cosas buenas las hubo, sí, pero lo que define esa etapa es un claro y amplio desdén por los que menos tienen.
Entonces, tratándose de política, no existe un afán en quien esto escribe para que a México y a los mexicanos, a todos, nos vaya mal; o que a quienes son la oposición a Morena y a la Cuarta Transformación fracasen en sus gobiernos.
Respeto, tolerancia, pluralidad, solidaridad, justicia, diálogo y muchísimos otros valores de la democracia es lo que necesitamos poner en práctica si, efectivamente, deseamos ese régimen.

 

Benito Abraham Orozco Andrade
Cuando pienso, opino y decido respecto de la política, considero…

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