La evaluación de resultados en la escuela: exámenes

Armando Sepúlveda Sáenz
Resulta de gran utilidad analítica disponer de la concepción desagregada de la perspectiva de los ideólogos orgánicos del segundo piso de la 4T al respecto. Me vino a la mente de inmediato el afán simplificador no para entender sino para proponer acciones de política publica para evadir el meollo de los problemas educativos, como los economistas neoclásicos recurren al ceteris paribus (en tanto las demás condiciones permanezcan igual).
Imaginan el “sistema educativo” como un triángulo isósceles en el cual se asigna a cada vértice a un actor: la o el maestro, la familia y ¡sorpresa! el alumno. Y otra vez simplificando, para funcionar este plano imaginario, “cuando menos dos de los vértices tienen que funcionar”. De este modo, se tropieza de inmediato con el cambio de valencia del maestro: “un mal maestro no podrá solo derrumbar la formación del pupilo” pues restan los otros dos actores: la familia y el alumno sacan literalmente al buey de la barranca. Esto presupone que la familia posee un peculio de “saberes” y habilidades o en su defecto, el hijo, en su rol de alumno se las come ardiendo en materia de contenidos del currículo escolar.
No se requiere mucha formación escolar ni ser una lumbrera para percatarse de que la mayoría de las familias e hijos son pobres, y las primeras lo han sido por generaciones. Cuyos padres arrastran escasas formaciones escolares y su ingreso real apenas suficiente para reponer las energías perdidas en sus tareas de la jornada y, por ende, la dieta que procuran para sus descendientes es insuficiente y pobre en nutrientes. Si los párvulos poseen talento innato, cómo lo van a desarrollar si al aula llegan a dormir o en permanecen en la banca en perpetua somnolencia. Estos son la mayoría de los alumnos en las escuelas oficiales (me consta). Pero ante el hecho reconocido por los intelectuales orgánicos de la 4T, concluyen que los exámenes “vienen a complicar las cosas, porque penalizan a la población más humilde”, en consecuencia, la solución es cancelar los exámenes, no resolver los problemas derivados de provenir de familias pobres; cuando en realidad debiera concluirse que hay que tomar medidas inmediatas para paliar la deficiencia alimentaria y poner en igualdad de condiciones al alumnado. Pero además para que se atienda al rezago comparativo poniendo una atención personalizada por parte de la escuela. Ya sea por el mismo instructor(a) o uno especializado en atender rezagados durante el proceso de aplicación del programa escolar.
La otra estrategia propuesta por los intelectuales orgánicos consiste en hacer caso omiso de las deficiencias en la formación escolar, “pateando el bote” hasta la edad laboral, y dejar que el mercado discrimine a la mayoría de los egresados para inscribirse en el sector formal de la economía por su incompetencia y en consecuencia surtiendo de abundante mano de obra para retroalimentar el sector informar de la economía o la llamada economía subterránea (orientada a las actividades ilegales), renovando el ciclo de inseguridad y de pobreza.
La visión subyacente en la invalidación de los exámenes en primaria y no atender sus consecuencias, se pinta de cuerpo entero en el siguiente fragmento del artículo que ha servido de referencia: “En México hay demasiados exámenes y son puertas que se van cerrando para miles de estudiantes. Al acabar la secundaria tienen que enfrentar una prueba que les da acceso al bachillerato. Si no lo logran, de nada habrá servido el esfuerzo por aprobar la etapa anterior. ¿Cuántos de ellos seguirán intentándolo el curso siguiente? ¿Cuántos abandonarán para siempre el sistema educativo? Una cosa está fuera de dudas: entre los pobres el abandono siempre será mayor” (Morán Breña, Carmen. Exámenes, la gran decepción estudiantil. 23 Julio, 2024. El País). De ahí la idea de desvanecer la autonomía de las Instituciones de Enseñanza Superior o crear un sistema paralelo de Universidades Populares. en las cuales no se exijan exámenes de admisión. Y asunto resuelto, como prescribe el paradigma, lo injusto son los exámenes no las consecuencias de la pobreza identificables en el desempeño escolar. Y otra vez a repetir el ciclo de la pobreza y la delincuencia. Por esta ruta vamos a tener trabajadores informales “ilustrados” y puchadores, sicarios, prostitutas, entre otros ocupados en actividades delincuenciales con título profesional.
La consciencia de los hechos por parte de los diseñadores de política educativa, hasta antes de la administración federal de la 4T, vale recordar: “No se requiere mucha formación escolar ni ser una lumbrera para percatarse de que la mayoría de las familias e hijos son pobres, y las primeras lo han sido por generaciones. Cuyos padres arrastran escasas formaciones escolares y su ingreso real apenas suficiente para reponer las energías perdidas en sus tareas de la jornada previa y, por ende, la dieta que procuran para sus descendientes es insuficiente y pobre en nutrientes”. Llevó a instrumentar los programas de desayunos escolares en las escuelas oficiales de nivel primario y posteriormente a las escuelas de jornada completa con comida. Los indicadores de aquellos años llevan a concluir que eran exitosos, tanto que se pensó en generalizar las escuelas de tiempo completo. Sin embargo, a la mirada de la tenaz política de austeridad puesta en marcha por la 4T, eran por demás onerosos. Esta medida tiene revela la irrelevancia que la 4T le asigna al abatimiento real y significativo de algunos de los efectos de la pobreza en los escolares procedentes de familias pobres. En contrapartida, ahora podemos ser conscientes de que lo importante es que los exámenes den evidencia del pobre desempeño escolar de esos niños, caso por caso, y se instrumenten medidas para superar sus causas y poner a los escolares en igualdad de condiciones de desempeño sin importar el costo fiscal.
Finalmente, debe recordarse que la instrumentación de las medidas de austeridad por la 4T en el medio educativo conllevó la cancelación del acceso a la alimentación en desayunos y comidas escolares como en el acceso a mayores y mejores conocimientos y habilidades de los escolares del nivel primario al cancelar las escuelas de tiempo completo. Decisión que afectó sus derechos sin que se tomara debidamente en cuenta el parecer de todos los niñas y niños afectados, lo que significó una violación flagrante a la Convención sobre los Derechos del Niño, en virtud de lo prescrito por el Artículo 12 de este instrumento de primer orden jurídico en México.