Juicio Político

Prohibición de cultivos transgénicos

La prohibición de cultivos transgénicos en México tiene implicaciones significativas en diversos ámbitos, tales como en la economía, la agricultura, la biodiversidad, soberanía alimentaria e ideológicas. En esta oportunidad se exponen algunas de las más importantes.

El 25 de febrero de 2025, la Cámara de Diputados de México aprobó una reforma constitucional que prohíbe el cultivo de maíz transgénico en el país, El dictamen aprobado ha sido remitido al Senado para que haga lo propio. Esto es, como estila la 4T, aprobarla. La iniciativa, impulsada por la presidenta Claudia Sheinbaum, exhibe como propósito: proteger al maíz “nativo” como un “elemento de identidad nacional” y garantizar su cultivo libre del riesgo de contaminación que induzcan modificaciones genéticas.
La prohibición de cultivar maíz transgénico puede generar incertidumbre en la relación comercial entre México y Estados Unidos, su principal socio comercial y fuente primaria de importaciones de maíz amarillo para alimentar ganado y fabricar algunos productos alimentarios de consumo humano. La decisión podría generar irritación (fingida) por parte del gobierno estadounidense y originar medidas de represalia por parte del gobierno estadounidense (atrapando la oportunidad), afectando las exportaciones mexicanas y la economía en general. ¡Atención! Esta posibilidad perdió toda validez dada la imposición hoy martes de aranceles generalizados a las exportaciones mexicanas.

Nuestro país, cuando las condiciones climatológicas son favorables es autosuficiente en maíz blanco. Pero en el tiempo en curso padecemos de déficit en la producción de maíz blanco, debido a dos factores principales: la baja productividad de la agricultura tradicional y el azote de la sequía. El abasto de maíz se sustenta en la producción agrícola de la mayoría de los micro productores agrícolas y tradicionales (principalmente indígenas y ejidatarios) que utilizan maíces criollos o nativos. Por otro lado, el país depende de las importaciones de maíz amarillo para la alimentación animal y la fabricación de alimentos industrializados. La prohibición impone la restricción para obtener y sembrarr semillas transgénicas de maíz amarillo y blanco que atendiendo biotecnología (sustentada en la ciencia de la genética) podrían ofrecer ventajas como resistencia a plagas y mayor rendimiento en condiciones de sequía, lo que limitará las posibilidades para incrementar la productividad agrícola y el producto de granos básicos.

La reforma pretende proteger la “biodiversidad y la soberanía” alimentaria al evitar la contaminación genética de las variedades nativas de maíz. México es el crisol del origen del maíz de las mayoría de las variedades criollas. La conservación de estas variedades se considera por promotores de la prohibición como fundamental para mantener la diversidad genética y la sustentación de los sistemas agrícolas tradicionales, sin que se haya probado con base y metodología científicas la positividad productiva de los maíces criollos o la pretendida negatividad de los maíces OMG. El argumento que sustenta la reforma es por entero ideológico. La soberanía nacional afincada sobre maíces criollos de baja productividad y débil ante la sequía, sembrados por un grupo de productores con tradiciones de producción autoconsuntivas (producen para satisfacer su consumo y ni eso logran, para sustentar sus necesidades dependen de las ayudas oficiales). Este sector de la economía contribuye más a la dependencia de otros países y del erario.
La prohibición del maíz transgénico si se confronta con las posiciones de instituciones de bioingeniería ha generado controversias tanto en el ámbito nacional como en el internacional. De ahí que sea inusitado el resultado del panel del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) relativo a la prohibición de importación de maíz transgénico, en el sentido de que no satisfacía los estándares internacionales. El resultado del panel obligó al gobierno federal mexicano a levantar las restricciones a las importaciones de este grano.

La prohibición de cultivos transgénicos en México tiene implicaciones profundas y multifacéticas. Si bien pretende buscar la biodiversidad y la soberanía alimentaria, también plantea desafíos económicos, agrícolas y científicos y tecnológicos. Como se sabe, la calidad de los suelos de los predios del sector tradicional son los menos adecuados para el uso agrícola, su régimen de lluvias es de temporal errático y la mayoría de las veces con escasas precipitaciones. Esto no va a cambiar. Los conservacionistas ideológicos tienen horror a las aplicaciones de la bioingeniería que implican importación de genes ajenos al maíz criollo implantados del genoma de otros seres vivos. Los maíces criollos “nativos” son una suerte de combinación entre mutaciones genéticas autónomas (ajenas a la intervención humana) y la actividad seleccionadora llevada a cabo por los productores dadas sus cualidades de tamaño, rendimiento por unidad de superficie y mayor tolerancia a los factores ambientales durante siglos. Aquí las leyes de la selección natural han sido trastocadas por los humanos. De ahí que los defensores a ultranza de los maíces “nativos” pudieran aceptar, como posibilidad cuasi improbable que se produzcan maíces cisgénicos a partir de afectar con tecnologías de bioingeniería el genoma de los maíces criollos a partir de elementos del genoma de otros maíces criollos para generar plantas más resistentes a las plagas y sequía, sin necesidad de importar al genoma elementos extraños provenientes de otras especies, acelerando de este modo los tiempos de la evolución.

El instrumento normativo prohibicionista en comento elimina un incentivo básico en el desarrollo de las ciencias biológicas y las tecnologías derivadas. En suma, la reforma no es una buena idea, no vaya a ocurrir que los conservacionistas a ultranza descubran que los papaloquelites, nopales y algunos hongos son “nativos”.

Armando Sepúlveda Sáenz

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