Cuando los padres envejecen… ¿cuidar o acompañar?

CDMX.- En sus últimos días de vida, los padres siempre preferirán estar tomados de la mano de sus hijos, y no de un hijo que sólo cumple el rol de cuidador, advierte Yolanda Burgos, terapeuta, gerontóloga y orientadora familiar.
Los padres, aún en la peor condición de necesidad física que tengan, ya sea por una enfermedad terminal o un padecimiento que genere demencia, siempre prefieren hijos que cuidadores, señala en entrevista la autora de ¿Qué hago? Mis padres están envejeciendo (Hachette Actualidad).
“Es recobrar el vínculo de padre e hijos y que ya no sean tanto cuidadores de sus padres, sino hijos de sus padres, porque conforme van envejeciendo se va confundiendo, hay un amor mal entendido: mientras más te cuido, más te quiero, pero los padres lo que necesitan son hijos, no cuidadores”, explica.
“Entonces, no cambiar ese rol, porque finalmente cuando acabe esta vida, quieres estar tomado de la mano de tu hijo o de tu hija, más que de una persona que sólo se ha preocupado por tu salud, no por tu espíritu”.
Dedicada a temas de envejecimiento desde 2008, abordándolos en sus diferentes perspectivas, desde las individuales hasta las familiares y sociales, Burgos responde en su libro a las preguntas más frecuentes sobre el envejecimiento de los padres.
Psicóloga, con maestrías en Orientación Familiar, Gerontología y Psicología Clínica, ha creado dos asociaciones, un diplomado y cursos sobre el cuidado de personas mayores.
Como terapeuta y consultora, ¿cuáles son las dudas, las preocupaciones más constantes de los hijos hacia sus padres que están envejeciendo?
Una de las más comunes es ¿lo estoy haciendo bien?, otra es ¿cuándo están viejos mis padres?, porque hay varios tipos de edades en gerontología, una es la edad legal, cuando ya te vuelves viejo: hoy tengo 59 años, mañana 60, mañana ya soy vieja, y todo el entorno me empieza a tratar de esa manera, oye, pero ayer estaba yo muy bien y ahora resulta que no.
La parte del respeto a la autonomía hacia los papás, ¿hasta dónde es sano que intervengas y hasta dónde te debes de contener?, porque hay una jerarquía dentro de la familia y los padres están en la cima de esa jerarquía.
Y la otra es que los hermanos tienen las mismas obligaciones y derechos para con esos padres, esa es otra, típica: es que mis hermanos no me ayudan a cuidar, desde el planteamiento de la pregunta está mal. No te tienen que ayudar a ti, ustedes dos tienen que ayudar a esos padres.
Y mucha culpa: ‘es que tengo que ir a ver a mis papás, pero yo realmente quiero ir a la fiesta con mis hijos’. Este manejo de culpas, hasta dónde tienes que entregar, sobre todo porque en la sociedad mexicana el contexto empuja muchísimo para que, si cuidas a tus papás, qué buena hija eres. Sí, pero hay muchos conflictos internos que hacen que las personas no puedan disfrutar ni lo uno ni lo otro. Esa también es una piedra en el zapato de los que tenemos padres envejecientes.
Como hijos, ¿cuál es la mejor manera de abordar el envejecimiento de nuestros padres?
Primero, informándonos. Qué es normal y qué no es normal. Algo que también se ve mucho en consulta es: ‘se hace pipí, pero es normal porque está viejo’. No. Siempre hay una razón subyacente para que una persona no tenga control de esfínteres o se orine.
Entonces eso es falta de información.
‘¡Ah, se le olvidan las cosas!, pero es porque ya está grande’. No, no es normal que se olviden las cosas cuando uno es grande. Por eso hay tantos subdiagnósticos sobre demencias. Primero, informarnos qué es la normalidad en el envejecimiento y cuándo tenemos que prender las alertas.
Tratar de respetar la autonomía del padre el mayor tiempo posible. Es decir, que tomen sus decisiones y nosotros como hijos respetarlas, aunque no nos gusten. Y entonces, disfrutarlos en esta relación horizontal y hacerlos sentir útiles. Es muy común decir ‘es que yo saco a mi mamá todos los fines de semana a comer, y después la saco para que vayamos al cine’. Bueno, la forma es fondo y el fondo es forma. No la sacas, porque no es perro. La invitas.
Y los viejos no se vuelven objetos a los que hay que ayudar, siguen siendo sujetos, que les gusta sentirse útiles. No es lo mismo: ‘te invito a comer porque estás sola’ a ‘te invito a comer porque yo te necesito, te tengo que contar algo o te tengo que preguntar sobre un problema, sobre un tema’. Eso cambia totalmente el vínculo y la relación con los padres.
Ahora, para los hijos: aquí todos ponen, pones tiempo, pones dinero, pones fines de semana. Todos ponen para un bien común que es el bienestar de sus padres.
¿Y cuándo sí deberíamos preocuparnos? ¿en qué casos?
Cuando vemos un deterioro de salud de los padres notable, hay que atenderlo. Los estudios te dicen, cuando tú por ejemplo dices: ‘ay, algo se me olvidó, no me acuerdo’, cuando tu te das cuenta de tu olvido, es un problema de atención, no de memoria. Cuando tu sales y ni sabes que se te olvidó algo, eso sí es una señal clara de que hay que ir al neurólogo.
Saber con qué médico hay que ir. El geriatra debería ser el médico de los 40 para arriba, no sólo de los viejos, porque son internistas y cumplen la misma función que un pediatra. Tú a un niño no lo llevas a un neumólogo, lo llevas al pediatra y ya está, él te guía. Entonces, tener un geriatra de confianza que les pueda hacer una revisión cada año, en donde se vean alteraciones.
Hay que poner atención cuando hay estas pérdidas de memoria que te menciono, cuando hay incontinencia o no hay control de esfínteres, cuando les cambia el carácter mucho. Si era una persona amable y de repente se vuelven iracundos. Más vale que nos digan qué exagerada a que nos digan: ¿cómo no lo trajo antes? porque hay muchos problemas de salud que, bien diagnosticados, a tiempo, se pueden detener, pero cuando todo lo atribuimos a los años, se presentan estos subdiagnósticos que lo que van a hacer es condenar a la persona mayor a tener menor calidad de vida y a los hijos a volverse cuidadores, porque no siempre hay los recursos para pagar a un profesional.
¿En qué momento envejecemos?
Ante la pregunta sobre a qué edad podemos decir que alguien ya envejeció, Yolanda Burgos prefiere hablar sobre actitudes, comportamientos y autonomía de las personas mayores.
“A ver, pregúntale tú a un muchacho de 15 años quién es viejo, pues uno de 30. Y al de 30, pues uno de 50”, comenta.
¿Qué es envejecer? ¿Es sólo la parte orgánica o es la parte actitudinal o es la parte psicoemocional? Son todas esas cuestiones, advierte la especialista. Hay personas que tienen una salud de persona mayor, siendo joven, ejemplifica.
“La pregunta es: ¿cómo se sienten mis padres?, ¿mis padres todavía son autónomos, tienen entusiasmo, quieren salir? Hombre, que de repente se despisten, pero esos no son unos padres a los que necesite ya cuidar. Son padres con los que necesitas convivir”, remarca.
Cuando ya hay una enfermedad que hace que haya más dependencia, aclara, entonces sí podemos pensar que esos padres están envejeciendo con dependencia, como falta de funcionalidad.
Aunque pide cuestionarse: ¿es falta de capacidad de los padres esa dependencia o el contexto y el medio los obligan a depender?
“Por ejemplo: sal a la calle, yo te invito a cruzar Insurgentes con andadera o bastón, pues se necesita mucho valor. No es que no lo puedan hacer, es que el medio no se los permite. O los accesos a los bancos con las nuevas tecnologías, ¿quién se ha sentado de los hijos a explicarles con peras y manzanas para que ellos puedan tener esa independencia? Y hay hijos que se desesperan y ‘no, mejor, yo te lo hago’, entonces, hay una dependencia real, biológica, orgánica, y una dependencia que la misma sociedad genera”, señala.
Decálogo
Para tener una mejor relación con tus padres envejecientes:
1.- No olvides que ellos siempre serán tus padres, no tus iguales y, mucho menos, tus inferiores.
2.- Escuchar qué es lo que quieren, no pretender adivinarlo o imponer lo que tú supones.
3.- Trátalos con todo respeto, no por ser mayores son incapaces de continuar haciendo cosas.
4.- El amor no se manifiesta inutilizando a los padres, sino acompañándolos en sus decisiones.
5.- Si estás con ellos, hazlo con gusto; si no puedes tener una buena actitud en ese periodo, es mejor que te vayas y vuelvas en otro momento.
6.- No fuerces a tu cónyuge o pareja a visitar a tus padres.
7.- Nunca digas “te llevo a pasear, te saco a comer…”, no son mascotas. Es mucho mejor decir “vamos a pasear, vamos a comer”.
8.- Las decisiones importantes se toman conversando en momentos de calma y a distancia de la crisis.
9.- Hablar de los temas incómodos, como la enfermedad, la herencia o la muerte, se hace en momentos relajados, de alegre convivencia.
10.- Disfruta a tus padres como hija/o, no como su cuidador. No pierdas esa oportunidad hasta que la vida te lo permita.
* Tomado del libro ¿Qué hago? Mis padres están envejeciendo.