La felicidad por decreto… y la Navidad también

José Luis García
A diferencia de algunos colegas, el anuncio de Nicolás Maduro de decretar la Navidad en Venezuela a partir del primer día de octubre no me dio risa ni me parece un chiste con humor negro: me asombra la ocurrencia con la que, por decisión de un mandatario, su pueblo deba ser feliz.
O sea que un decreto presidencial puede terminar con el sufrimiento, el llanto o la desolación. Vaya: qué equivocados estamos los seres humanos porque, con un decreto, podemos ser felices.
Con una economía en ruinas, un pueblo aterrorizado por sus corporaciones de seguridad más violentas cada día; una nación bajo la sombra de unas elecciones presidenciales muy cuestionadas, hoy, lo que menos esperaban los venezolanos es que deben ser felices porque así lo decretó su presidente.
Sin energía eléctrica, en medio de una crisis económica sin precedentes, bajo la amenaza de ser encarcelados de no aceptar el resultado electoral en favor de Maduro, los venezolanos hoy tendrán que ser felices porque el decreto así lo ordena.
Venezuela tendrá a partir del primero de octubre el inicio de la Navidad, cuando en la mayoría del mundo (los musulmanes, como excepción, por ejemplo) se festeja cuatro domingos previos al 25 de diciembre, según la tradición cristiana. No hay vuelta de hoja: en Venezuela la Navidad habrá de adelantarse, pero no es la primera vez en ese país, por órdenes de Maduro.
El presidente de Venezuela está tratando de distraer la atención después de las discutidas elecciones de julio pasado, cuando los órganos electorales lo declararon ganador, pese a los cuestionamientos internacionales y de sus mismos opositores, hoy, bajo la persecución de que son objeto, con el argumento de que mostraron las actas de resultados sin la autorización oficial.
Frente a una multitud de seguidores, Maduro anunció, además de en su misma red televisiva, que “¡ya huele a Navidad!”; sin embargo, la comunidad eclesiástica reaccionó de inmediato para recordarle que debía conducirse con respeto ante una festividad que no debe ser tomada con fines políticos.
Así, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) aseguró que la Navidad es una celebración universal que, como tiempo litúrgico, inicia el 25 de diciembre y llamó que no se utilice para fines “propagandísticos ni políticos particulares”.
Esta no es la primera vez que Maduro ha adelantado tanto la temporada navideña. La decisión fue objeto de numerosas burlas de miles de internautas que calificaron el hecho como “el delirio de un dictador”, como lo hizo Félix de Bedout, de Univisión.
Desde julio y hasta la fecha, de acuerdo con registros periodísticos y de organizaciones de defensa de los derechos humanos en varias partes del mundo, el líder venezolano ha ordenado la detención de unas 2 mil personas, acusándolas de terrorismo; el fiscal general de Venezuela emitió una orden de aprehensión contra Edmundo González Urrutia, quien buscó la presidencia desde la oposición.
Algunos seguidores de Maduro han tachado de amargados a quienes critican al presidente venezolano por adelantar la Navidad, una fiesta muy querida en ese país, al igual que en gran parte del mundo.
Cantar gaitas, preparar hallacas (tamales rellenos de carne, aceitunas y pasas, algo muy parecido a la cocina mexicana) y festejar con pirotecnia es algo que ahora los venezolanos volverán a hacer, pero en diferente fecha, porque no es la primera vez que Maduro lo decreta, con distintos pretextos.
“Está llegando septiembre y dije: septiembre y ya huele a Navidad. Y por eso este año, en homenaje a ustedes, en agradecimiento a ustedes, voy a decretar el adelanto de la Navidad para el 1 de octubre. Para todos y todas llegó la Navidad, con paz, felicidad y seguridad”, dijo un Maduro emocionado, la semana pasada, en su programa semanal de televisión.
Pero la reacción de la Iglesia católica fue también enérgica, al advertir que el tiempo para celebrar la Navidad compete a la autoridad eclesiástica, algo que, por supuesto, Maduro ignoró; para variar, las compensaciones (aguinaldo) de la época decembrina, habrán de pagarse en cuatro partes por el gobierno.
Lo que entonces resta saber es si ahora el presidente Maduro va a enviar la notificación a los Reyes Magos para que también adelanten su aparición; si Santaclós tendrá que alistar la bolsa de regalos tres meses antes y si la estrella de Belén será testigo del nacimiento del Salvador que, por cierto, tendrá que ser sietemesino, claro, por decreto.
No es un chiste barato ni humor negro, insisto. Maduro decretó el adelanto de la Navidad, como si la felicidad apareciera con un decreto presidencial. Espero que esto no ocurra en otro lado, porque las ocurrencias no dejan nada bueno, y menos con el poder en las manos, manos que firman decretos que lastiman. Espero que el ejemplo de Maduro no se extienda a otros países. Al tiempo.