Juicio Político

¡Estudiantes de historia uníos!

El presente texto busca ser un fósforo inicial para una discusión que compete a quienes estudian la licenciatura en Historia a lo largo de América Latina: ¿cuál es la necesidad de nuestra carrera para nuestras comunidades? Por lo tanto, deben tomarse las siguientes líneas como una reflexión en constante construcción, basada en la experiencia académica y divulgativa de nuestra ciencia social.

Quisiera comenzar con la frase “la historia que no sirve para la vida no sirve para nada”, adaptación de la dicha por Mario Chagas, poeta y científico social brasileño. De tal manera, en una conferencia que tuve la fortuna de escuchar, Chagas defendía la importancia de instituciones museísticas comprometidas con el “buen vivir” y la transformación social, instando a quienes trabajan ahí a la conciencia sobre sus realidades. Al terminar, mi mente comenzó a pensar en mi propia profesión y como esa visión desde los museos se puede trasladar a quienes estudian historia.

Es así que mi propuesta ronda en la imperiosa necesidad de percibir la labor historiadora de forma integral. Donde no solamente es la investigación el ápice de nuestras funciones, dejando de lado toda área que no incluya un cubículo privilegiado dentro de grises instituciones. Por eso, creo que como estudiantes debemos empezar por poner sobre la mesa la relevancia de la historia y sus diversas aplicaciones en los ámbitos públicos.

Las herramientas que nos brinda la historia tienen un potencial, por lo que deben ser compartidas con nuestras comunidades. No desde una posición superior, sino a partir de la horizontalidad y el intercambio recíproco para proponer ideas que tomen en cuenta la diversidad de posturas sobre el mundo. En consecuencia, al integrarnos en espacios que interactúan con personas ajenas a nuestra especialidad se ponen en práctica nuestras habilidades para plantear soluciones creativas.

No es dejar de hacer trabajo de archivo o redactar artículos científicos, sino el entender que esos no deben ser los límites de lo posible. El empezar por experimentar en otros sitios supone un reto por salir de nuestra zona de confort, pero también el cuestionamiento de nuestro lugar social. Debido a esto la imaginación a la hora de emprender cualquier proyecto debe expandir los horizontes de este quehacer.

Lo anterior me lleva a pensar en que nuestra tarea debe situarse en el presente con una posición activa y comprometida. He ahí el valor de generar redes desde el museo, el centro de investigación o el archivo con la sociedad. Pues esta última es la razón de ser de nuestra disciplina, eso nunca se puede obviar o en un caso más extremo el suponer que nuestra actividad está inmersa en un líquido puro y extraño a nuestra realidad.

Para poder generar un eco sobre lo aquí expuesto creo en la urgencia de impulsar redes entre estudiantes de nuestras licenciaturas a lo largo de Latinoamérica. Con el objetivo de germinar diálogos sobre nuestra formación y como se enfrenta al momento histórico actual. Ya que una las lecciones dejada por la pandemia es precisamente el hecho, cada vez más consciente, de que nadie puede estar aislado por completo. Por otro lado, está el aprovechar la buena cantidad de proyectos que buscan llevar a la historia fuera de las universidades y academias. Fomentando entre nuestros grupos estudiantiles la vocación por una ciencia social viva.

En definitiva, nuestro trabajo no es ese bloque inerte de datos y fechas. Eso como estudiantes nos queda muy claro, pero sigue existiendo el gran reto de compartir, dialogar y construir junto a barrios, calles y plazas la idea de una historia que nos puede servir para la vida. Desde el rescate de la memoria familiar, el brindar bases para tomar decisiones o como una ruta para problemas contemporáneos nuestra formación se puede hacer presente. Por eso creo que colectivamente se puede detonar una historia con movimiento.

Por lo que ¡estudiantes de historia uníos!

Hernani Herrera / Analista

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