Juicio Político

Estado y deuda histórica con las mujeres

“Eres la mujer de todas mis vidas. No es tuyo ni es mío, este amor es nuestro e indivisible”

Jodorowsky

Durante las últimas semanas en los medios de comunicación y redes sociales hemos visto cómo mujeres acosan a hombres amenazándoles de que los van a demandar por acoso sexual e inclusive violaciones.

En estos casos han sido videograbados, en donde se acredita que, por lo contrario, son las mujeres en estos casos las acosadoras. Aun interponen denuncia ante el Ministerio Público por los hechos que dicen les afectan.

En efecto, estos actos resultan graves en virtud de que algunas de estas mujeres realizan estos actos, y al margen de resultar procedentes sus pretensiones, si se integra una carpeta de investigación el hombre puede quedar marcado ante su entorno al no concederse el beneficio de la duda.

Por otro lado, existen encuestas en que se determina que hay más casos de asesinatos de hombres y menos de mujeres. En este caso es claro que la mayoría de los hombres están involucrados en asuntos de delincuencia organizada, motivo por el cual se elevan la cuentas, pero al final son números sin poder determinar si es menor el número de muertes femeninas.

Si bien es cierto que la violencia familiar engloba en lo general, es necesario señalar las violaciones, física, psicológica, violencia económica y obstétrica, no sólo de los hombres hacia las mujeres, sino también del entorno familiar, es decir son sometidas a castigo, no olvidemos que estos delitos en la mayoría de los casos se presentan en el hogar y sin testigos, en presencia de niños, los cuales también son violentados.

Muchas estadísticas van, vienen, sin tener certeza de otras circunstancias. En estratos de la sociedad se presentan graves casos de marginación, en los cuales madres ejercen la prostitución involucrando a niños, niñas y adolescentes que en la mayoría desconocen qué está pasando, es decir para éstos puede “ser normal”.

En estos casos también participan las parejas de las mismas, lo cual es grave, las mujeres también ejercen violencia. Y también los hombres que se involucran en estos roles suelen ser chantajeados para la entrega de dinero, si no los denuncian. Esto se convierte en un círculo vicioso. Por eso pregunto, ¿Las estadísticas también toman en cuenta estos aspectos?

La agenda feminista tiene motores diversos, como la despenalización del aborto en el Cono Sur, el acoso sexual en Estados Unidos, o la inequidad laboral en Europa. En México, el movimiento de mujeres converge en torno a un reclamo: la violencia feminicida y recientemente la SCJN determinó el derecho al aborto en todo el país.

Desde mediados de los 90, el Estado mexicano ha diseñado distintos instrumentos para erradicarla. Incluso, es considerado un modelo internacional en su legislación. Muchas de sus impulsoras han tenido posiciones de incidencia política.

Han gobernado presidentes, de tres partidos políticos distintos. Pero nada logra detener la espiral de violencia de género y miles de casos de mujeres asesinadas, desaparecidas, golpeadas, violadas, acosadas y revictimizadas permanecen en la impunidad.

¿Qué ha fallado? ¿Por qué teniendo leyes que dan un marco legal robusto para erradicarla, no se han aplicado adecuadamente?

Dos momentos parecen detonadores de este aumento exponencial de una violencia que ha estado presente siempre en el espacio privado, pero que comenzó a exponerse públicamente con los asesinatos de las trabajadoras de la maquila en Ciudad Juárez: la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte en 1994 y el conflicto armado interno derivado de la política contra el narcotráfico en 2007.

Lo que sigue es una apretada revisión de esos momentos y de las acciones que, en teoría, deberían haber mitigado las violencias feminicidas en México.

Los primeros casos en llamar la atención internacional fueron los de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, Chihuahua.

Después del Tratado de Libre Comercio, en Ciudad Juárez se instalaron decenas de maquiladoras que emplean a mujeres jóvenes, de zonas rurales y con pocos estudios. Más de 700 fueron raptadas, violadas y asesinadas.

La antropóloga feminista Marcela Lagarde definió el feminicidio como un conjunto de delitos de lesa humanidad que reúne secuestros, asesinatos y desapariciones de mujeres y niñas ante un colapso institucional.

Su explicación se encuentra en el dominio de género: caracterizado tanto por la supremacía masculina como por la opresión, discriminación, explotación y, sobre todo, exclusión social de niñas y mujeres. Es decir, se trata de una violencia que está presente de diversas formas antes del homicidio, y continúa después, como violencia institucional a través de la impunidad

Esa definición, explica la investigadora italiana Emanuela Borzacchiello, ha sido un aporte fundamental de las feministas mexicanas para el mundo, pues rompió con una visión unilateral de que sólo es responsable el victimario.

“La categoría feminicidio se creó en Estados Unidos, gracias a criminólogas estadounidenses, y quiere decir justo: el homicidio por odio a las mujeres. Las feministas mexicanas hicieron mucho más: (con el término feminicidio) dieron a la categoría un giro político. Que la mano que mata no necesariamente es la mano del victimario, sino también la mano del Estado y de la sociedad civil, que no hace un alto. Entonces, hicieron algo muy importante: enfocaron la violencia de género como un problema político”.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación reconoció que la violencia sexual se puede dar en el matrimonio. Al cambiar este criterio, se reconoce que puede ser el cónyuge quien puede cometer violencia y se admiten sanciones en su contra.

El problema es que las leyes no han logrado cambiar las realidades.

Las fallas están en el sistema de procuración de justicia, pero también en las estrategias políticas y en no reconocer que la violencia feminicida no sólo afecta a las mujeres, nos afecta a todos.

Cuando hablamos de impunidad, no hablamos sólo de una falla en el sistema de justicia. Hablamos de una estrategia política que permite que la violencia contra las mujeres vuelva a pasar. Porque desafortunadamente los cuerpos de las mujeres golpeados, asesinados, torturados, desaparecidos, siguen sin tener un costo político.

Un error común es comparar los asesinatos de mujeres con los de los hombres:

Uno de los estereotipos que se tienen que borrar de este país es que cuando dicen que mueren asesinados más hombres que mujeres. El problema es que a las mujeres las asesinan por motivos específicos: porque son mujeres. El 99% son asesinadas por hombres y eso es fundamental. Además, las mujeres viven una guerra, la guerra del sistema patriarcal y machista.

Más bien, propone pensar la seguridad de un país a partir de los cuerpos más vulnerables: Lo que siempre se dice desde el feminismo es que si un país es seguro para las mujeres, es seguro para todos.

Hay dos niveles. El primer nivel es que no reconocemos que es una violencia que nos afecta a todas y a todos. Tenemos que reconocer la violencia feminicida, como país. Y como sociedad, la relación que tenemos con esa violencia.

Salud y larga vida.

Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH.

@profesorf

Datos.-Instituto Nacional de Mujeres, Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Francisco Flores Legarda

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