Juicio Político

Consideraciones sobre la inflación

Armando Sepúlveda Sáenz

La inflación de los bienes que consumen las personas se mide usualmente por el denominado Índice Nacional de Precios al Consumidor representa los precios de todas las localidades que participan en su determinación estadística, desde áreas metropolitanas hasta ciudades de 50 mil habitantes o menos. En total 32 de ellas. Cabe una precisión semántica, lo que conocemos por los medios como INPC, en realidad es la expresión de los números índice en forma de variaciones porcentuales entre números índice.

El llamado INPC se divulga principalmente atendiendo a una estructura clasificatoria de los bienes cuyos precios constituyen la canasta de bienes y servicios promedio de los mexicanos que constituyen la muestra estadística que se reúne quincena por quincena en decenas de miles de establecimientos formales, en las áreas urbanas mencionadas. Para efectos de este artículo, del arreglo conceptual del Índice Nacional nos conformamos con los segundos niveles, esto es: Índice de Precios Subyacente e Índice de Precios No Subyacentes. En el primero, se agrupan los precios de mercado, y que por ello muestran las variaciones de los precios más representativa y menos errática. En tanto que los bienes y servicios de la No Subyacente, son aquellos que sufren variaciones por causas diversas y su comportamiento tiende a ser errático. Expresan ciclos agrícolas, comportamiento del clima, y otras causas (ciclones, sequías, plagas, etc.) y la fijación de precios administrados (precios y tarifas de combustibles y energía eléctrica, entre otros, que atienden a objetivos políticos de corto plazo, cuya racionalidad es difícil de prever.
Por ello el Banco de México, que por ley es el garante de la estabilidad de precios en el país, asume como indicador básico el comportamiento de los precios identificados por el Índice de Precios Subyacentes.

Los índices son números y como tales no tienen una dimensión real, objetiva, como tales constituyen un indicador estadístico, que por añadidura es muy agregado. Por ejemplo, los precios de la canasta de bienes alimentarios no le corresponden a ninguna persona real, sino a una abstracción llamada consumidor de esos bienes. Por ende, el Índice correspondiente no atañe a Pedro López y López de la colonia Revolución de la Calle Héroes de Nacozari No. 33, en la ciudad de Chihuahua. Entre los precios que paga Pedro en sus circunstancias de acceso al mercado median numerosos niveles de abstracción.
Ahora bien, al fijar las medidas de política monetaria el Banco de México, toma como referencia como indicador las variaciones del Índice de Precios al Consumidor Subyacente. Al hacerlo deja de lado consideraciones que viven los diferentes estratos de consumidores, sólo por lo que corresponde a la dimensión meramente económica: los precios. Sin embargo, los precios no son únicos, pues dependen de una serie de dimensiones como localización de los oferentes, la escala de negocio de éstos, su especialización por grupos de bienes, etcétera. Valga un ejemplo, las verduras y frutas en la Central de Abastos, respecto a la tienda de abarrotes y perecederos de la esquina, distarán muy significativamente entre los que ofrecen estos establecimientos por un mismo bien. De este modo los precios que pagan por los bienes de la canasta básica alimentaria los estratos menos favorecidos de la población serán en promedio más altos que los que pagan los estratos de la clase media. Esto, por un lado, por otro, las clases no favorecidas o pobres destinan en 44 y 60% de su ingreso al consumo alimentario. Lo que significa que la inflación de registrada por el índice de Precios Subyacentes hace mayor mella al ingreso de los pobres que a al que perciben las clases medias y ricas.
Desde otra perspectiva, si se considera que los pobres son asalariados o ocupados en el sector informal, y por determinación administrativa se fijan para un periodo de un año, conforme pasa el tiempo y los precios permanecen subiendo, sus ingresos reales son cada día menores. Por ello es tan importante que la inflación tienda a ser de cero. Pero el instrumental de política monetaria del Banco Central le queda muy chico a la inflación. Para ello se requieren el concurso de diferentes políticas de diversa índole, económicas, sociales, institucionales, legales, de justicia cotidiana, de formación de capital humano, tecnológicas y un largo etcétera. De tal modo que, en un momento dado, la productividad en las diversas actividades económicas y las combinaciones de las funciones de producción y los precios de cada coeficiente tendieran a ser iguales. Y aún así, persistiría la heterogeneidad de la capacidad productiva personal de los trabajadores. Y el crecimiento de precios de los bienes y servicios de consumo final de una naturaleza y de otra.
Finalmente, las políticas públicas se definen en función de indicadores que terminan en por simplificar la realidad que viven los establecimientos singulares de producción y comercialización de todos los sectores económicos.

Precisamente por la descomunal diversidad de los agentes económicos, la incidencia de las medidas homogéneas de política monetaria es igualmente diversa. Supongamos que el efecto de las reducciones de la tasa de interés que determina el Banco de México abarata el crédito para operación de las empresas en dos puntos porcentuales en promedio. A la mayoría de las empresas micro y pequeñas tal vez no les servirá de nada, primero, porque no son sujetos de crédito y segundo porque su excedente de operación no soporta una carga de pasivo corriente, esto es, pagadero semanal, quincenal o mensualmente. Si por azares del destino el dueño del changarro obtiene un excedente de percepciones, y lo ahorra en Cetes, pues ahora obtendrá menos por sus ahorros. Y adiós a la posibilidad de reinversión en capital fijo o instrumentos de producción o distribución.
Lo dicho, como el mundo no es uniforme se requieren diversas modalidades e intensidades de políticas públicas que impacten favorablemente el crecimiento. Sin crecimiento, la oferta no aumenta y esta se estanca o se reduce; en estas condiciones los estímulos a la demanda mediante políticas asistencialistas terminan por estimular la inflación.

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