Juicio Político

La implacable, añorada y temida muerte

Jaime Rodríguez Chacón

Viene la celebración del Día de Muertos.

Nos afanamos en las actividades cotidianas, y no reflexionamos en el ocaso final, que llegará puntual. ¿Cómo enfrentar a la muerte con entereza? He visto personas tristes, angustiadas con una enfermedad terminal que no se resignan a morir, y no es que no debamos luchar para sobrevivir, empero debemos aceptar que tarde que temprano moriremos.

¿Cómo aceptarlo con valor y dignidad?

Entender el propósito por el cual estamos en el mundo y cumplirlo, por ejemplo, restaurar a la familia, buscar la paz y unidad en el seno familiar; y perdonar, no solo a los amigos que nos han dañado, sino aun a los más grandes enemigos. Hay personitas que viven llenos de resentimiento y odio, lo cual es una carga gigantesca que les impide ser felices. No saben perdonar.

Billy Graham, citaba el caso de una joven que tuvo una colisión fatal; la madre acudió al hospital a verla pero ya estaba en estado crítico. La hija le dijo: “mamá: me enseñaste como tener relaciones sexuales sin quedar embarazada, como encender un cigarrillo y como sostener una copa de licor, pero no me enseñaste cómo morir; ¡enséñamelo rápido mamá, porque me estoy muriendo!

¿Qué es la muerte? ¿Qué sentido tiene haber nacido, si habremos de morir?

Hace poco, abordó un vendedor de servicios funerarios a futuro, a una señora en las afueras de un centro comercial; la dama respondió ipso facto, con un dejo de molestia que, ella no se predisponía a tal suceso. A diario convivimos con la muerte: 2oo mil muertos en este fallido sexenio y 50 mil desaparecidos. Más que la guerra en Ucrania, que lleva 90 mil; sin embargo, nos creemos intocables, y evitamos el tema que a diario se vive.

Cierto, nadie ha venido a decir que hay más allá; bueno, uno intentó regresar para advertir a sus hermanos, pero no se le permitió, de acuerda la parábola de el rico y Lázaro.

Rechazar la muerte es negarse a vivir. Para una vida plena hay que aceptar que moriremos, es nuestra compañera más fiel, porque seguro llegará. En cierta funeraria ponían un lema en sus vehículos utilitarios que decía: No corra prisas, nosotros podemos esperar, atentamente funerales X.

La muerte tiene implicaciones religiosas, médicas y antropológicas. ¿Qué hay más allá de la vida? ¿Tiene el hombre una parte espiritual alma o espíritu que trasciende al más allá? Cristo al exhalar dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Algunos reducen la parte tripartita del hombre a una dicotomía: alma o espíritu. Porque tiene sentido decir: había cinco mil almas en el estadio. Pero, ¿se reunieron cinco mil espíritus en el recinto?

Religiones como el budismo, creen en la reencarnación: si un persona se portó mal podría reencarnar en un animal de baja especie, si se portó bien podría ascender al grado de perfección: el nirvana. Si eso fuese así, no me gustaría reencarnar en una cucaracha.

Por el contrario, el cristianismo cree en la resurrección de los muertos el juicio venidero y la vida eterna, de acuerdo al credo niceno: Creo en un Dios padre todopoderoso (…) que ha de juzgar a los vivos y a los muertos. Además, Cristo fue quien más habló del infierno. ¿Puede un Dios bueno condenar al hombre al castigo eterno? Responde (que Él, no condena a nadie): Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenará. Jeremías 2:19

La expectativa de vida plantea un problema mayor: ¿Con qué calidad de vida viviremos? Job, un referente en cuanto al sufrimiento, la vida y la muerte preguntó: ¿No es brega la vida del hombre sobre la tierra?: afanar, ajetrearse, desvelos, cansancio, achaques y muerte.

Así como el filósofo de Güemes, he recolectado historias vernáculas. Le dije a un señor en broma, a ver que respondía: Le deseo 50 años más de vida. El respetable respondió: ¡Esos se los regalo, pa que los quiero, pa andar a gatas! Imagínese en un asilo, y que le tengan que cambiar un pañal y esas cosas, ¡No!

La muerte, también se presiente: En mis años mozos, se invadieron unos terrenos frente al panteón la Colina; yo andaba ahí, porque, de recién casado no tenía casa, pero me disgustaba la idea de mirar hacia el panteón; así que, no tomé ninguno. Un señor del grupo, de pronto dijo: “Yo quiero un terreno allá –señalando al panteón- pa, estarlos viendo a todos”. Al cierto tiempo resbaló en el baño, falleció, y lo sepultaron en el mismo lugar señalado.

En ocasiones, la muerte significa un reposo para muchos, sobre todo para los cristianos: las enfermedades crónicas degenerativas, falta de esperanza por malos gobiernos y los problemas familiares, quitan a muchos las ganas de vivir. El obradorato nos trajo una desesperanza espantosa, a pesar de los programas clientelares: estamos en el limbo jurídico y democrático.

P.D. Desde aquí doy mis condolencias a familiares de mi primo hermano, Medardo, Rodríguez, Chico. Coincidió la fecha de su fallecimiento con unos estudios clínicos que tenía esperando en el IMSS, desde hacía cinco meses, y no pude asistir. Intenté visitarlo, paro me dijo que el médico le tenía prohibida las visitas por ser una enfermedad auto inmune. Una disculpa, y que el Señor les dé pronta resignación.

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